En el lugar menos pensado

Hay dias especiales en los que salir a caminar se convierte en cualquier otro verbo, por ejemplo a veces, lo mismo, es sorbetear la sopa del almuerzo. Y dicen que es comun que intentemos conseguir lo deseado, pero que nos termine reprimiendo un enano pedante que se aloja de vez en cuando cerca de la responsabilidad.



Mientras esperaba sentado el omnibus sobre mis piernas preguntaba si manana le contaria otro cuento antes de dormir. Como era de esperar menti. Es mas, al dia siguiente me esperaba mientras yo sorbeteaba la sopa, y le hacia el quite a sus inquisiciones. Recorri y por lo tanto tardé horas y horas con la cuchara en la mano, horas y horas y ahora creo que deberia dedicarle unas palabras.



Como nunca es suficiente... suficiente siempre sera.



Del otro lado del pasillo, en unos acentos escucho como conversan dos sillas, hablan el mismo idioma que yo, me pregunto que pasaria si yo fuese mueble, me pregunto si hablaria el mismo idioma, me pregunto si seria de madera rustica, o si seria de otra manera.



Los observo evitando ser interrumpido (asi como hay rana macho y sapo hembra, estoy seguro que hay sillas xx y sillas xy, asi que a las sillas los observo).



Para ello convoco mis mas malas cejas, las arrugo en la frente, coloco los labios un poco fuera de la boca, de manera terrible, y hago que me tiemble la oreja izquierda. Y continuo con el analisis. Reconozco en sus palabras ciertas familiaridades: esa mala costumbre de olvidar ciertas letras, entonada con un salpicoteo de bemoles, y cierta alternancia casi regular de sostenidos. Reconozco algun tema, la pierna se me duerme, la pierna del mismo lado de la oreja que me tiembla (y ya no hago esfuerzo). Me levanto para mirarlos mejor y me siento un poquito, pero solo un poquito adormecido.



La pierna se queda descansando, cada vez me acerco un poco mas, pero la cara no se me desdibuja, y asi pretendo no llamar la atencion.



Estar aqui es igual de comodo, casi familiar, que en medio de lo que significa esperar el bus en una parada suprimida. Asi que resisto un poco mas, y vuelvo a mi asiento, hago a un lado a mi pierna, le acaricio la rodilla, le beso el tobillo, me acurruco, y dormimos una siesta inolvidable, abrazados.



Cuando despierto las sillas se han movilizado. Ocupan mesas, taburetes, una escalera, y bloquean el banho.



Camino por el mismo pasillo, hasta el final de si mismo, giro, y el pasillo resucita. Un nuevo paseo, otras perspectivas, apretar bien el pubis, o algo en esa zona esperando la calma... o que la verguenza se me vaya para poder mearme en los pantalones tranquilo.

Indiscutiblemente tu ausencia se me dibuja sobre un cuaderno que no usa lápices (y está por llover)

¡Abráse visto tamaña infamia!, lamentablemente el desasosiego que me causa el sólo hecho de cerrar los ojos, aún cuando estás aca, es asumido con estoicismo y dejando de lado ciertas vulnerabilidades propias de los seres humanos, me sumerjo a mi propio inframundo, para ausentarte, y acompañarte, dejándome incluso sin mí en ese afán absurdo de prepararlo todo con antelación.


Porque algún día te irás. O yo. Porque algún maldito día, espero que harto lejano, o tu cuerpo o el mio, o el corazón, o un puto error inesperado, sin embargo esperpéntico precipitará inevitablemente el ocaso de la pasión. Y puede ser simplemente un accidente: y la muerte.


Pero ha de suceder, y no caben dudas, no hay hado protector, no hay esperanzas en el futuro. Tenerlas es adecuarse, adaptarse, domesticarse, ser humano, y así nomas, mas yo no estoy dispuesto a ser lo que ya antes fui. No señor.


Mientras escribo ahora te espero, te escribo para no esperarte, espero... y como me aburro, escribo para tí. No obstante, mi predilecta, preferiría que estuvieras aquí y hacerlo en tu espalda con mis labios. En la curva deliciosa que se dirige perfectamente a los más misteriosos, y no solo por eso, a los más ansiados abismos, preferiría esperar. Pero no, aquí con un cuaderno que ni siquiera es lo que dice ser. Con lápices que tienen más centímetros cuadrados de superficie que cualquier otro real. Con tu ausencia y tus dulces sonidos, y tus perfectos aromas impregnados en cada órgano espero, sabiendo que no hay más nada que esperar.


Que tengo que salir a buscarte, que esperar también a veces es domesticarse, pero que salir a buscarte, doméstico, es mejor que esperarte, abúlico.


Entiéndelo bien, no tengo más elementos importantes que atañan a lo que siempre es concerniente. Los elementos a los que pertenezco me impiden discernir, discriminar y ahogarte en un abrazo, para que se acabe el esperar y finalmente haya un motivo, diferente, inesperado, sorpresivo para acabar con mi esperar y expirar... como una lata de atún.


Melón-alcohólico, hijo de la espera, compadre de la ausencia, infelizmente fausto.


Econolópito Occípelo.