Bondi!

Es cierto, pero no se si necesariamente el detonante es el nerviosismo. Durante los primeros 500 metros (que en cualquier parte representan 5 cuadras, excepto en esta historia) se levantó de su asiento, estratégicamente ubicado detrás del chofer, para preguntarle si el colectivo doblaba en el semáforo de San Martín, 12 o 13 veces, aún a pesar del inmenso afiche “No moleste a quien dirige este vehículo que lo tiene más grande que su patrón”.

Esa especie extraña de policía/presidente/chofer, robótuman-10, repetía autómata: “Atravieso la Avenida del Semáforo, señor, señora, no doblo, la atravieso”.

Yo prefiero creer que tenía más que ver con la memoria que con los nervios las constantes preguntas que la mujer vomitaba con más y más fuerza, ya 15 a 20 por cada 100 metros.

Opá.

Nota del Occípeto: Pude haber escrito este texto con un personaje masculino en lugar de juzgar de desmemoriada a la pobre mujer, y con eso a todas las de su género, pero mi abuela nunca fue mi abuelo.

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